jueves, 5 de enero de 2012

O la libertad o la guerra


O la libertad o la guerra


 
La guerra de Irak se prolongó casi 9 años, llegando a contar con 170.000 soldados de EE.UU. El costo fue elevadísimo, casi 1 billón de dólares pagados con los impuestos coactivamente retirados del mercado, la histórica violación del Estado de Derecho en la Ley "Patriot" y Guantánamo y, lo peor, contando solo norteamericanos murieron 4.474 soldados, y más de 100.000 civiles. Ante la negativa de dar inmunidad a los soldados, Obama decidió, el 21 de octubre, el retiro total de las tropas, lo que ya ocurrió. Washington deja un país sumido en una crisis política, tras la decisión del bloque laico iraquiya y del ex primer ministro Iyad Allaui de suspender su participación parlamentaria.

Resultado positivo o no, el costo era impagable ya que cada vida humana es sagrada. Los argumentos a favor de las guerras no son científicos ni tienen respaldo de datos empíricos, son emocionales, solo en los filmes de Hollywood existe el vaquero justiciero que salva a la dama: las guerras libertarias son un mito de las historias oficiales que los que ganan, gobiernan, y las imponen, casi un lavado de cerebro, en los planes de estudio. Son creencias cuasi religiosas (maniqueístas), que sostienen que la violencia puede tener efectos reales, y son necesarias al racionalismo que no sobreviviría ya que sus hipótesis, al no darse naturalmente, deben imponerse por la fuerza.

 Aristóteles decía que violencia es lo que pretende desviar el desarrollo natural de los acontecimientos, es decir, desviar la naturaleza de algo. Así, cuando se aplica sobre el mercado (por caso, imponiendo precios máximos) destruye el desarrollo natural de la vida, se involuciona. Cuando se aplica sobre cualquier otro aspecto de la vida social, como con las guerras, ocurre exactamente lo mismo, es lo mismo. Por otro lado, los filósofos griegos ya sabían que el mal no tiene existencia propia, es solo ausencia de bien (como el negro es ausencia de luz) y se soluciona, únicamente, poniendo bien. Así, resulta imposible que el mal (una guerra) pueda provocar bien. 

El hecho de que, a la guerra, la gana el menos malo da la errónea idea de que es buena. Efectivamente, los más buenos son aquellos, precisamente, menos violentos y que, gracias a ello, han conseguido países más ricos con mejores ejércitos. Pero esto es, precisamente, un argumento a favor de la naturaleza: cuánto mejor hubiera evolucionado cualquier circunstancia, como el mercado, de no haber existido esa guerra. El corolario es que si la libertad (cuya desaparición es la intención esencial de la violencia) no avanza más rápidamente es porque algunos "libertarios" apoyan las guerras, la destrucción de la libertad, y el homicidio.  Como contrapartida, el "pacifismo" es un arma política y propagandística, así Obama, que lo representa, aseguró: "No me opongo a todas las guerras. Solo a las absurdas". O sea, finalmente, creen en la violencia y no en los mecanismos naturales, ergo no violentos (como el mercado), como los únicos eficaces para solucionar los conflictos.

En fin, escribo sabiendo que no convenceré a multitudes, es que, si así fuera, la guerra perdería mucha fuerza y la humanidad progresaría de manera abrupta lo que contradice la propia teoría que difundo: el hombre evoluciona solo por maduración, sin cambios radicales, otro motivo por el cual las guerras son ineficaces: porque pretenden saltar la maduración.

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

No hay comentarios:

Publicar un comentario